miércoles, 23 de julio de 2014

Capítulo 2: Redención.

Venecia, 10 am. Marzo, 2002.
Hospital psiquiátrico.

Estoy harta de estar en este sitio tan infernal. No me dejan salir de aquí, apenas veo a mi madre y encima me obligan a tomar unas pastillas que sigo sin saber para qué son. Dicen que son para dormir, pero esta panda de idiotas no tienen ni idea de lo que es tener auténtico miedo a dormir. No quiero, no después de todo lo que he vivido.
De todo aquello hace ya casi dos años, pero no soy capaz de pensar en otra cosa.
Además no me creen. Nadie me cree, ni siquiera mi madre.
Estoy sola.
Además, todos los malditos días me hacen las mismas preguntas. Una y otra vez. Una y otra vez. Esperan que algún día mi versión de los hechos cambie, que aterrice a la vida real.
A veces pienso en contentarlos, en contarles lo que quieren oír. Pero se saldrían con la suya, así que si tengo que pudrirme dentro de este apestoso lugar... que así sea.
Estoy en una habitación, que tiene televisión, libros e incluso música. Pero nada de teléfonos, nada con lo que pueda comunicarme con el exterior.
Entra una enfermera rubia, muy guapa, pero perfectamente podría ser mi madre así que seguro que está casada. Lleva  una bandeja llena de comida, un vaso de agua y... ¡Tachán, la mágica medicación que todo lo cura!
Lo deja sobre una mesita y se sienta en el borde de mi cama. Me mira, suspira y me sonríe.
-¿Te apetece contarnos hoy lo que pasó de verdad? Robin, sabes que cuanto antes será mejor admitir la verdad.-
Oh no, otra vez no.
-Por última vez. NO. ESTOY. LOCA. Y por mi te puedes llevar toda esa comida, no pienso probarla. - Le doy la espalda.
-Robin. ¿No quieres salir de aquí y llevar una vida normal y feliz?-
-¿Normal? ¿¡Qué sabrás tú de normalidad?!-
-Eh, tranquila...-
Pone una mano en mi brazo e intenta acariciarlo...
-Olvídame.-
Entonces entra un guardia por la puerta. Siempre hay uno en cada puerta para vigilar. Ni que fuera una loca asesina en potencia. Bueno, ellos consideran que estoy loca.
-¿Va todo bien por... aquí?- Pregunta.
Se que no voy a conseguir nada, que no voy a llegar lejos. Ni siquiera se por qué se me ha ocurrido hacer esta idiotez. Pero salto de la cama.
Corro hacia la puerta, y antes de que puedan reaccionar me acerco al guardia y le arranco del bolsillo su pistola paralizante y la uso contra él.
Pocos segundos después está tirado en el suelo.
Echo a correr a toda velocidad.  La enfermera grita y pide refuerzos, pero yo no pienso rendirme.
Me cruzo con dos enfermeras: Empujo un carrito que hay en el pasillo lleno de gasas y vendajes y lo empujo hacia ellas, bloqueándolas el paso.
Un guardia intenta retenerme rodeándome de los brazos mientras que otro trata cogerme por las piernas. Apunto con la pistola al guardia que me sujeta por los brazos y le doy una patada en la entre pierna al otro y vuelvo a correr.
Sigo corriendo, ya casi estoy cerca de la puerta principal.
-¡¡Cogedla, cogedla!! ¡Va armada!-Gritan unos guardias.
Casi alcanzo la gloria, pero es demasiado tarde. Aparecen cuatro guardias de la nada y me sujetan con fuerzas. Levantándome del suelo.
-¡¡SOLTADME!! ¡QUE ME DEJÉIS!- Pataleo, me retuerzo, intento sacar fuerzas pero es inútil.
-Esto se ha acabado de una vez, Robin. Llevadla a su habitación y cerrar las puertas y ventanas con llave. YA.-La voz de la directora suena fría, autoritaria.

Todos miran expectantes, horrorizados, pero otros están sorprendidos.
Pero lo más raro es... Un chico que hay entre la gente.
No puedo dejar de mirarle. Pero es que él tampoco aparta la mirada de mi. Tampoco se mueve de ahí.
Se cruza de brazos, sigue mirándome y... sonríe. Espera, espera. ¿Está sonriendo?
La verdad es que es bastante guapo, muy atractivo. De mi edad, eso seguro.
 Tiene el cabello oscuro y unos ojos azules intensos.
Conforme me voy alejando me doy cuenta de que ese chico no piensa apartar la mirada, incluso estoy segura de que me ha guiñado un ojo.
Lo más curioso es que esa sonrisa era de diversión, de satisfacción. ¿O tal vez de un chico que se siente orgulloso de haber presenciado mi intento de escapada? ¿Acaso le he gustado?

*4 horas después*.
No me han llevado a mi habitación. Tal como me esperaba, me han llevado a una habitación aislada. Totalmente aislada.
No hay nada dentro, solo una cama y está muy iluminada.
Ya me trajeron aquí una vez,  intenté escaparme cuando llevaba dos meses encerrada.
Se abre una puerta de golpe y entra la directora del centro: La señora Miles.
-¿Estás más relajada?- Se cruza de brazos y me mira desafiante, sin mostrar ningún gesto de amabilidad.
Le enseño el dedo índice y no aparto la mirada.
-Me tomaré eso como un si, si quieres salir de aquí. Te quiero fuera en 10 minutos, tienes visita.- Suspira y se queda junto a la puerta, dispuesta a salir de nuevo.
-¿Visita? Pero hoy no es día de visita. Además mi madre no me avisó la semana pasada de que fuera a...-
-No es tu madre.- Me interrumpe y esta vez se marcha.
¿Entonces quién demonios puede ser? Desde que estoy en este lugar solo vino Kassia (mi mejor amiga de la infancia) un par de veces a visitarme.
Salgo escoltada por dos guardias, sin dejar margen alguno para que pueda salir corriendo.
Entramos en el gran comedor y veo a unos cuantos pacientes sentados en sofás junto con sus respectivas familias.
-Ahí está. Tienes 2 horas.- Dice uno de los grandes guardias. Entonces mi mirada va directamente a la mesa que el hombre está señalando. Un chico está sentado sobre una silla, mirándome, esperándome.
No puede ser. Es el chico de ojos azules que vi antes.
Ha venido a verme a mi.
Trato de relajarme, pero me tiemblan las piernas. ¿Qué sentido tiene todo esto? Saco todo el valor y me acerco a la mesa. Me lo pienso dos veces, pero finalmente me siento en la silla que hay frente a él y apoyo los brazos sobre la mesa.
Ambos nos miramos a los ojos y él sonríe satisfecho.

-Macropus rufus- Es lo primero que dice. Es la primera vez que escucho su voz. Su grave, melodiosa y tranquilizadora voz.
Dios mío, es guapísimo.
Oh no, Robin, espabila. Despierta. Aparta un poco tus hormonas revolucionadas y céntrate.
-¿Qué has dicho?-
Se ríe a carcajada limpia y se acerca cada vez más a la mesa.
-He dicho Macropus Rufus, mejor conocido como canguro rojo. -Sonríe con tranquilidad.
-Mira, si has venido a reírte de mi por mi te puedes marchar, imbécil. No se dónde le ves la puta gracia pero no la tiene.- Me levanto de la silla decidida a marcharme de ahí. No se como he podido pensar que un chico como él podría estar interesada en mi. ¿Cómo un chico tan increíblemente atractivo como él podía ser tan propenso a la idiotez mental?
-No, no te vayas. Espera un momento, por favor...Robin.- Ahora suena como desesperado, incluso se ha levantado para cogerme de la muñeca.
No me muevo, me quedo quieta y por una extraña razón, no tengo miedo.
-¿De qué me conoces? Y no me digas que sabes mi nombre porque lo has escuchado antes, esa respuesta no me vale. -
-Está bien, te lo contaré. -Suspira y se sienta sobre la silla una vez más. Me ha convencido, así que yo hago lo mismo y vuelvo a sentarme. -Te he estado buscando... mucho tiempo. Se quién eres, se lo que te pasó. No pensé encontrarte en este lugar, pensaba que solo eran rumores. Pero entonces te he visto pelear contra esos gorilas y esa mujer que se parece a la Señorita Rottenmeier te ha llamado por tu nombre y entonces... me he dado cuenta de que eras tú.- Hace una pausa para respirar y apoya la espalda en el respaldo de su silla.
-¿Y a qué has venido? ¿A reírte de mi? ¿A decirme que estoy loca? ¿A decirme que debo dejar de tirar la medicación y tomármela? No gracias, de momento no veo duendes de colores ni tengo voces en la cabeza.- Se que tiene ganas de reír, pero lo reprime.
-No, no. Todo lo contrario. Yo te creo, Robin. Es evidente que eres una clara excepción. Sobreviviste. Escucha, ese tipo ya ha hecho de las suyas muchas veces, incluso después de que te atacara a ti. -Esta vez baja aun más la voz y se acerca de nuevo a mi.
Se que la ocasión no es ocasión indicada, pero no puedo evitar sonreír esta vez. Él se da cuenta y corresponde.
No puedo evitar fijarme en las pequeñas arrugas que se le forman en los ojos cada vez que sonríe, como se le iluminan los ojos azules cristalinos cada vez que se ilusiona con su argumento. En su pelo negro corto, fuerte y brillante como sus músculos.
-¿Y qué es lo que me has llamado antes? Macropus... Qué?-
Él se echa a reír con ganas, y yo no puedo estar seria. Sus carcajadas son muy contagiosas.
-Antes te he visto dar todas esas pataletas, esas patadas... Que me has recordado a un canguro. Y como tienes ese pelo rojo que parece puro fuego, pues me has recordado a uno de ellos. No era nada malo. - Me guiña un ojo.- Por cierto, eres mucho más guapa de lo que creía.
Siempre me consideraba una chica normal, del montón. Pero ahora me imagino mirándome en el espejo, mirando fijamente mis pecas, mi melena rojiza y mis ojos castaños claros y... me siento atractiva.
Me ruborizo y le dedico la sonrisa más sincera que se pueda imaginar. Él se ha dado cuenta de como me ha sentado su comentario, que me ha hecho sentir especial. Entonces él acerca su mano, acaricia la mía y me siento cada vez más tranquila.
Él me cree, me va ayudar.
No estoy sola.
-Guau. Vale, está bien, te creo. Pero si tengo que confiar en ti...Tendré que saber cual es tu nombre. Porque...-Me acerco hacia él apoyando los brazos sobre la mesa.- Dudo que pueda pasar toda la vida llamándote: El chico el guapo de ojos azules que dice ser mi única salvación.
-¿Así que te parezco guapo?-
-¡Oh vamos, venga ya! Corta el rollo y céntrate, ¿Quieres?- Él se ríe divertido y yo le sigo la corriente.
-Sería tentador dejar que me llames así, pero... Seré justo contigo. -Tose y hace una pequeña pausa.- Me llamo Killian Shepard. Y ahora, ¿Le importaría a la peleona revelar su nombre completo?-
-Pensaba que a estas alturas ya lo sabrías todo.- No puedo evitar utilizar un tono entre sorpresa y diversión.- Yo me llamo Robin Aldrich. Nací en Italia, pero mis padres no querían ponernos unos espantosos nombres, así que ya ves.- Una gran punzada de dolor atraviesa mi pecho, mi estómago, mi garganta.. Pensar en mi padre y en mi hermana me deja hecha polvo. Totalmente.
Trato de disimular como puedo y sonrío.
-Y bueno, Killian Shepard... ¿Qué es lo que quieres hacer por mi exactamente?-
-Quiero ayudarte. Ayudarte a adelantar salida de este sitio horrible. Ayudarte a encontrar a ese tipo, el que te arruinó la vida.- Me mira directamente a los ojos con seriedad. Es la primera vez que saca esa mirada tan sincera. -Te juro por mi vida que lo haré.- Me sujeta la mano con fuerza y me la aprieta, pero sin hacerme daño.
Es la primera vez en muchísimo tiempo que me siento segura, como en casa.
Es la primera vez desde aquella noche que no tengo miedo. No se qué decir, ni siquiera se como reaccionar. Hago esfuerzos por hablar, pero tengo algo en la garganta que no me deja contestar.
Por fin me aclaro la voz y digo lo primero que pienso. Lo que más me llama la atención de todo esto. Sea cual sea la respuesta, se que me va a gustar.
-¿Y qué ganas tú con esto? ¿Por qué lo haces?-
-Digamos que me recuerdas a alguien muy especial... Además, se que estás sola y necesitas que alguien esté de tu parte. -Suspira y agacha la mirada.- Y... para ser del todo sincero, ese tipo también me arruinó la vida hace tiempo.-
-Entonces nos ayudaremos el uno al otro. Pero por favor, sácame de aquí.-Él sonríe y me estrecha la mano con suavidad.
Una gran descarga recorre mi mano, llena de calor y alianza.

1 comentario:

  1. Hola!!!, te he nominado a los Premios Liebster Awards, aquí te dejo el link para que lo cheques
    http://worldoftteens.blogspot.com/2014/08/nominacion-para-los-liebster-awards.html

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